Familia de Amor: Scott Hahn reflexiona sobre la Solemnidad de la Santísima Trinidad

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La Santísima TrinidadLecturas:
Deuteronomio 4, 32-34, 39-40
Salmo 33, 4-6, 9, 18-20, 22
Romanos 8, 14-17
Mateo 28, 16-20


El domingo pasado celebramos el envío del Espíritu Santo, que selló la Nueva Alianza de Dios y renovó todo lo creado.

En esta nueva creación, somos ya parte de la familia de Dios, quien se ha revelado como Trinidad de amor. Compartimos su naturaleza divina por medio de la recepción de su Cuerpo y Sangre (cfr. 2 Pe 1,14) Ese es el sentido de las tres celebraciones que coronan el tiempo pascual : Pentecostés, la Solemnidad de la Santísima Trinidad y Corpus Christi.

Estas fiestas deben recordarnos, en lo más íntimo de nuestro corazón, cuán profundamente nos ama Dios ; y cómo El nos escogió desde antes de la fundación del mundo para ser Sus hijos (cfr. Ef 1, 4-5).

Las lecturas de este domingo nos muestran que todas las palabras y obras de Dios estaban encaminadas a revelar el misterio de la Santísima Trinidad y a traernos su bendición en Jesucristo, la cual heredamos por el bautismo y renovamos en cada Eucaristía.

Mediante su palabra, el Señor llenó los cielos y la tierra de su divina bondad, como cantamos en el salmo de hoy. Movido por el amor, Dios escogió a Abraham, y de sus descendientes constituyó a su propio pueblo, como recuerda Moisés en la primera lectura (cfr. Dt 4, 20-37) A través de los Israelitas, Él reveló a las naciones que es el Único Señor.

La Palabra de Dios se encarnó en Jesús, «hijo de Abraham» (Mt 1,1). Él nos enseña, en el Evangelio de este domingo, que el único Dios es Padre, Hijo y Espíritu y que desea hacer suyos a todos los pueblos.

Como hizo con Israel al sacarlo de Egipto, Dios nos liberó de la esclavitud; eso es lo que San Pablo nos dice en la epístola de hoy. Así como adoptó a los israelitas como hijos, (cfr. Rm 9, 4), ahora nos da su Espíritu, gracias al cual podemos reconocerlo como «Padre nuestro».

Como herederos de Dios, hoy asumimos los compromisos de Moisés y Jesús. Debemos poner nuestros corazones en Él y hacer todo lo que nos ha mandado. La Eucaristía es el cumplimiento de su promesa de estar con nosotros hasta el fin del mundo; es la garantía de que Él nos librará de la muerte para vivir por siempre en la tierra prometida de su Reino.