Vieron y creyeron: Scott Hahn reflexiona sobre el Domingo de Pascua

La Resurrección de CristoLecturas
Hechos 10,34.37-43
Salmo 118,1-2.16-17.22-23
Colosenses 3,1-4
Juan 20,1-9


En el Evangelio de hoy, a Jesús no se le ve por ningún lado. Sin embargo, nos dice que Pedro y Juan “vieron y creyeron”.

¿Qué fue lo que vieron? Lienzos funerarios que yacían en el piso de una tumba vacía. Talvez eso les convenció de que el cuerpo no se lo habían robado ladrones de sepulcros, quienes frecuentemente se llevaban los costosos linos funerarios y dejaban los cadáveres.

Es notoria la repetición de la palabra “tumba”: siete veces en nueve versículos. Ellos vieron la tumba vacía y creyeron lo que Cristo había prometido: que Dios lo resucitaría al tercer día.

Como nos dice la primera lectura de hoy, los apóstoles fueron escogidos para ser “sus testigos” y fueron “encargados de…predicar… y testificar” a todos los que no habían visto; desde la unción de Jesús con el Espíritu Santo en el Jordán hasta la tumba vacía.

Más allá de su propia experiencia, fueron instruidos en los misterios de la economía divina, del plan de salvación de Dios, para saber que todos los profetas habían testificado sobre Él (cf, Lc 24,27.44)

Ahora podían “comprender las Escrituras”; podían enseñarnos todo lo que Él les había dicho: que Él era “la piedra que desecharon los constructores”, de quien el salmo de hoy profetizó su resurrección y exaltación (cf. Lc 20,17; Mt 21,42; Hch 4,11).

Somos los hijos de los testigos apostólicos. Por eso nos seguimos reuniendo el primer día de cada semana, temprano por la mañana, para celebrar el banquete de la tumba vacía y dar gracias por Cristo “vida nuestra”, como le llama la epístola de hoy.

Bautizados en su muerte y resurrección, vivimos la vida celestial de Cristo resucitado y nuestras vidas están “escondidas con Cristo en Dios”. Ahora también somos sus testigos. Pero damos testimonio de cosas que no podemos ver, sino solo creer; buscamos en las cosas de la tierra lo que está arriba.

Vivimos en la memoria del testimonio de los apóstoles. Como ellos, comemos y bebemos con el Señor resucitado en el altar. Y aguardamos con esperanza por lo que los apóstoles nos dijeron que vendría: el día en que también nosotros “apareceremos con Él en gloria”.