Sacrificios Espirituales: Scott Hahn reflexiona sobre el 3º Domingo de Cuaresma

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Christ Expels the Merchants from the TempleLecturas:
Éxodo 20,1–17
Salmo 19, 8–11
1 Corintios 1, 22–25
Juan 2, 13–25


Jesús no viene para destruir la tradición que el Templo representa, sino para “darle cumplimiento” (cf. Mt 5,17); es decir, para revelar su verdadero significado dentro del plan de salvación de Dios.

El es el Señor de quien los profetas dijeron que vendría a purificar el Templo, echando afuera a los comerciantes y haciéndolo “casa de oración para todos los pueblos” (cf. Za 14,21; Ml 3,1–5; Is 56,7).

El Dios, que hizo los cielos y la tierra, que sacó a Israel de la esclavitud de Egipto, “no habita en casas fabricadas por manos humanas” (cf. Hch 7,48; 2S 7,6). Ni necesita sacrificios de novillos, ni ovejas ni palomas (cf. Sal 50,7–13).

En la primera lectura de este domingo es importante constatar que, en un principio, Dios no pedía sacrificios de animales, sino solo que Israel obedeciera sus mandamientos (cf. Jr 7,21–23; Am 5, 25).

Su ley fue un regalo de la sabiduría divina, como cantamos en el salmo. Es una Ley de Amor (cf. Mt 22, 36–40), expresada perfectamente en la entrega que Cristo hizo de sí mismo en la cruz (cf. Jn 15,13).

Este es el “signo” que Jesús ofrece en el evangelio: signo que fue “escándalo” para los líderes de los judíos, como dice San Pablo en la epístola.

El cuerpo de Jesús, destruido en la cruz y resucitado tres días después, es el Nuevo y verdadero Santuario. Desde el templo de su cuerpo salen ríos de agua viva, el Espíritu de gracia que hace de cada uno de nosotros un templo (cf. 1 Co 3,16) y nos constituye en morada de Dios (cf. Ef 2, 22).

Nosotros, en la Eucaristía, participamos en el ofrecimiento de su Cuerpo y Sangre. Este es el culto “en espíritu y verdad” que desea el Padre (cf. Jn 4, 23–24).

La alabanza es nuestro mejor sacrificio (cf. Sal 50,14.23). Esto consiste en imitar a Cristo “ofreciendo nuestros cuerpos”; es decir, todas nuestras intenciones y acciones por amor a Dios y al prójimo (Hb 10,5–7; Rom 12,1; 1P 2,5).