Subir a lo alto: Scott Hahn reflexiona sobre el 22º Domingo de Tiempo Ordinario

Cristo en la casa de Simon el fariseoLecturas:
Sirácida 3,17–18. 20.28–29
Salmo 68,4–7.10–11
Hebreos 12,18–19. 22–24
Lucas 14,1.7–14


Llegamos al banquete de bodas celestial por la vía de la humildad y de la caridad. Esa es la instrucción paternal que escuchamos en la primera lectura de este domingo y en el mensaje del Evangelio.

Jesús no está hablando sólo de buenos modales para la mesa. Está revelando el camino del reino, en el cual quien sea el más grande ha de ser el servidor de todos (cfr. Lc 22, 24–27).

Este es el camino que Él nos enseña al humillarse a venir y estar entre nosotros como hombre, (cfr. Flp 2,5–8), como alguien que sirve, como el portador de buenas nuevas para los pobres (cfr. Lc 4,18).

También es el camino que el Padre nos ha mostrado a lo largo de los siglos en colmar a los hambrientos, despedir a los ricos con las manos vacías, levantar a los humildes, derribar a los soberbios (cfr. Lc 1,52–53).

El salmo de esta semana nos recuerda del Éxodo: cómo Dios en su bondad guió a los israelitas de la cautividad a la prosperidad, hizo llover pan del cielo, les hizo su heredad convirtiéndose en “Padre de los huérfanos”.

También ahora hemos logrado tener un parte de su heredad. Hemos de vivir humildemente, sabiendo que no merecemos comer de su mesa (cfr. Lc 6,7; 15,21). Hemos de dar limosna, recordando que hemos sido rescatados del pecado por el precio de su sangre (cfr. 1 Co 6,19–20).

El Señor nos promete que si somos humildes seremos exaltados y encontraremos el favor de Dios; que si somos generosos con quienes no pueden pagarnos lo que deben, compensaremos nuestros pecados y encontraremos bendición en la resurrección de los justos.

La epístola de esta semana nos dice que en cada Eucaristía anticipamos el cumplimiento de esas promesas. En la Misa entramos en la asamblea festiva de los ángeles y los primogénitos de Dios, en la liturgia de la Jerusalén celestial donde Jesús es el sumo sacerdote y el Rey que nos invita a subir a lo alto (cfr. Pr 25,6–7).