Lecturas:
2 Reyes 4, 42-44
Salmo 145, 10-11, 15-18
Efesios 4:1-6
Juan 6,1-15
La liturgia de hoy presenta varias referencias a las que el Antiguo Testamento aludía para revelar a Jesús como el Mesías y Rey, como el Señor que viene a alimentar a su pueblo.
Notemos el paralelismo que existe entre el evangelio de hoy y la primera lectura. Jesús, al igual que Eliseo, está frente a un grupo de gente hambrienta, con solamente unos pocos panes de cebada; es evidente la imposibilidad de satisfacer a tanta gente con tan poco.
Además, en las dos lecturas, la multiplicación de pan no solo satisface a la gente sino también deja sobras.
A su vez, la historia de Eliseo recuerda a Moisés, el profeta, que le dio de comer al pueblo de Dios en el desierto (cfr. Ex 16). Moisés profetizó que Dios iba a mandar un profeta como él (cfr. Dt 18, 15-19). La muchedumbre que presencia en el evangelio de hoy la multiplicación de los panes, identifica a Jesús como ese profeta.
El evangelio de este domingo nos muestra a Jesús como Señor, el Buen Pastor, que hace reposar a su pueblo en las verdes praderas y prepara un banquete para ellos (cfr. S 23, 1.5).
El milagro de alimentar a la multitud es una señal de que Dios ha comenzado a cumplir su promesa, algo de lo cual habla también el salmo de hoy cuando dice: “y tú los alimentas a su tiempo” (S 144, 15; cfr. S 81, 17).
Sin embargo, Jesús conduce nuestra atención hacia el cumplimiento definitivo de esa promesa en la Eucaristía. Hace los mismos gestos que en la Última Cena: Toma los panes, pronuncia una bendición de acción de gracias (significado literal del término griego eucaristía) y le da el pan al pueblo (cfr. Mt 26, 26). Es notorio que al final sobran 12 canastas de pan, una por cada apóstol.
Estas signos deben de dirigirnos hacia la Eucaristía, en la que la Iglesia fundada sobre los apóstoles continúa alimentándonos con el pan vivo de su Cuerpo.
En la Eucaristía, somos hechos un solo cuerpo con el Señor, como escuchamos en la epístola de hoy. Dispongámonos a llevar una vida acorde con tan digna vocación.