Encontrar nuestra vida: Scott Hahn reflexiona sobre el 13º Domingo de Tiempo Ordinario

Vocación de los primeros apóstolesLecturas:
2 Reyes 4, 8–11, 14–16
Salmo 89, 2–3, 16–19
Romanos 6, 3–4, 8–11
Mateo 10,37–42


La liturgia de esta semana nos sigue instruyendo en los elementos del discipulado. Se nos dice que hasta el más humilde de entre nosotros comparte en la misión que Cristo le ha encomendado a Su Iglesia.

No todos estamos llamados al ministerio de apóstoles, o de ser profetas como Eliseo en la primera lectura. Pero cada uno está llamado vivir una vida de santidad (véase 2 Timoteo 1,9; 1 Tesalonicenses 4,3).

En el bautismo, nuestra vida se une para siempre a la cruz de Cristo, como nos dice Pablo en la segunda lectura. Bautizados en Su muerte, debemos renunciar al pecado y vivir para Dios en Cristo Jesús.

Debemos seguirlo, cada uno cargando su propia cruz, como nos dice Jesús en este evangelio. Esto no significa que todos estamos llamados a padecer una muerte de martirio. Pero cada uno si está llamado a negarse a sí mismo, a ofrecer nuestra vida al servicio del plan de Dios.

Jesús tiene que ocupar el primer lugar en nuestra vida—primero que nuestros lazos familiares y de amor. Por el bautismo, hemos sido integrados a una nueva familia—al reino de Dios, la Iglesia. Nos corresponde proclamar ese reino con nuestra vida, conducir a nuestros padres y madres, a todo hombre y mujer a vivir como “los pequeños” bajo la paternidad de Dios y el reinado del Santísimo.

Esto lo hacemos al abrir nuestros corazones y nuestros hogares al servicio del Señor, siguiendo el ejemplo de la mujer sunamita en la primera lectura. Debemos recibir a los demás, como dice Jesús, no sólo a los profetas, sino también a los pequeños, a los pobres y a los presos—como recibiendo a Cristo mismo (véase Mateo 18,5; 25,31–46).

Como cantamos en este salmo, debemos proclamar Sus proezas y bondad en nuestras vidas.

Debemos mantenernos firmes en la promesa—que si hemos muerto con Cristo, también viviremos con Él, y si perdemos nuestras vidas por causa de Él, encontraremos nuestra recompensa, y caminaremos para siempre ante Él.