Esperanza que viene de lo alto: Scott Hahn reflexiona sobre el 29º Domingo de Tiempo Ordinario

Aarón, Jur, y MoisésLecturas
Éxodo 17,8–13
Salmo 121,1–8
2 Timoteo 3,14–4,2
Lucas 18,1–8


El Señor es nuestro guardián; está a nuestra derecha, intercediendo por nosotros en todas nuestras luchas espirituales.

En el salmo de hoy se nos dice que levantemos los ojos a los montes, que nuestra ayuda vendrá del Monte Sión y del Templo, la morada del Señor que hizo el cielo y la tierra.

En la primera lectura de hoy, también a Josué y los israelitas se les dice que miren hacia la cima del monte; ahí encontrarán ayuda – por la intercesión de Moisés – mientras se defienden de sus enemigos mortales, los amalecitas.

Es importante poner atención a esta imagen: Aarón y Jur están de pie a cada lado de Moisés, sosteniendo sus cansados brazos, para que pueda levantar el cayado de Dios sobre su cabeza. Moisés se muestra así como una figura de Jesús, quien también subió a una cima y en el Monte Calvario extendió sus manos entre el cielo y la tierra para interceder por nosotros contra el último enemigo: la muerte y el pecado (cfr. 1 Co 15,26).

Por el cayado de Dios, Moisés venció a los enemigos de Israel (cfr. Ex 7,8-12; 8,1-2), dividió el Mar Rojo (cfr. Ex 14,16) y extrajo agua de la roca (cfr. Ex 17,6). La cruz de Jesús es el nuevo cayado de Dios, que nos trae una nueva liberación del pecado y nos da aguas vivas que brotan del costado de Cristo, el nuevo Templo de Dios (cfr. Jn 2,19-21; 7,37-39; 19,34; 1 Co 10,4).

Como los israelitas y la viuda en el Evangelio de hoy, nos enfrentamos a la oposición y a la injusticia que vienen, algunas veces, de adversarios despiadados que no temen a Dios.

También nosotros debemos levantar nuestros ojos a los montes: al Calvario y a Dios que nos guardará de todo mal.

Jesús nos dice hoy que debemos rezar siempre y no dejar que nuestras pruebas nos cansen. Como San Pablo exhorta en la epístola de hoy, debemos permanecer fieles y acudir a las Escrituras inspiradas que Dios nos ha dado para instruirnos en su justicia.

Debemos ser perseverantes, para que cuando el Hijo del Hombre venga de nuevo con poder real, aún encuentre fe en la tierra.