Lecturas:
Sabiduría 2, 12.17-20
Salmo 54, 3-8
Santiago 3, 16-4,3
Mark 9, 30-37
La primera lectura de hoy puede ayudarnos a imaginar que escuchamos, detrás de la pared, las murmuraciones homicidas de los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los escribas. De ellos hablaba Jesús en el Evangelio de la semana pasada, diciendo que lo harían sufrir y le matarían (cfr. Mc 8, 31; 10, 33-34).
La liturgia nos invita a ver, en este pasaje del libro de Sabiduría, una profecía de la Pasión del Señor. Escuchamos a sus enemigos quejarse de que “el Justo” ha desafiado su autoridad, y les ha reprendido por violar la Ley de Moisés y por traicionar lo que aprendieron como líderes y maestros del pueblo.
Y escuchamos palabras escalofriantes que predicen las burlas que se dirigirán a Cristo colgado de la cruz: “Si el justo es hijo de Dios, Dios lo ayudará y lo librará de sus adversarios”(Sab 2, 18; cfr. Mt 27.41-43).
El Evangelio y el salmo de hoy nos dan la otra cara de la moneda respecto a la primera lectura. En ambos, vemos los sufrimientos de Cristo desde su punto de vista. Aunque sus enemigos lo tienen asediado, Él se ofrece libremente en sacrificio, confiando en que Dios lo sostendrá.
Pero los apóstoles no entienden este segundo anuncio de su Pasión. Empiezan a discutir acerca de la sucesión; divergen sobre quién de ellos es el más importante y quién será elegido líder después de que Cristo sea muerto.
Otra vez están pensando, no como Dios, sino como los hombres (cfr. Mc 8, 33). Y de nuevo Cristo enseña a los Doce—los dirigentes escogidos de su Iglesia— que deben liderar imitando su ejemplo de amor y sacrificio de Sí mismo. Ellos tienen que ser “siervos de todos”, especialmente de los débiles y de los desamparados, representados por el niño a quien Jesús abraza y pone en medio de ellos.
Esta lección es también para nosotros. Debemos pensar como Cristo, que se humilló a Sí mismo para venir a salvarnos (Fil 2, 5-11). Tenemos que entregarnos libremente y ofrecerle todo lo que hacemos, como un sacrificio de alabanza a su Nombre.
Como dice el Apóstol Santiago en la epístola de hoy, debemos buscar la sabiduría que viene de arriba: humilde, no jactanciosa; y en todo pacífica y llena de misericordia.