Amante de las almas: Scott Hahn reflexiona sobre el 31º Domingo de Tiempo Ordinario

Christ extends a scroll to ZaccheausLecturas:
Sabiduría 11,22–12,2
Salmo 145,1–2.8–11.13–14
2 Tesalonicenses 1,11–2,2
Lucas 19,1–10


La liturgia de este día nos enseña que Nuestro Señor ama las almas. Él es lento a la cólera y misericordioso con todas sus criaturas, como cantamos en el salmo de hoy.

En su misericordia, nos dice la primera lectura, Él pasa por alto nuestras faltas e ignorancia, y nos da ocasión para arrepentirnos y no perecer en nuestro pecado (cf. Sb 12,10; 2 P 3,9).

En Jesús, Dios se ha convertido en el Salvador de sus hijos, viniendo para rescatar a los que estaban perdidos (cf. Is 63,8–9; Ez 34,16).

Tenemos un retrato de esa alma perdida en la figura de Zaqueo que nos presenta hoy el Evangelio. Él es un recaudador de impuestos, un “pecador” de profesión excluido de la vida religiosa de Israel. No sólo eso, es “jefe de publicanos”. Peor aún, es un hombre rico que se ha ganado la vida mediante el fraude.

Pero la fe de Zaqueo trajo la salvación a su casa. El expresa esa fe en su ferviente deseo de “ver” a Jesús, incluso humillándose al subir a un árbol sólo para verlo pasar. Mientras que los de mayor estatura religiosa se quejan de Jesús, Zaqueo lo recibe con alegría.

Zaqueo no es como los otros hombres ricos que se encuentran con Jesús o de los cuales cuenta historias (cf. Lc 12,16–21; 16,19–31; 18,18–25). Él se arrepiente, promete restituir lo suyo a quienes ha estafado y dar la mitad de su dinero a los pobres.

Por su humildad es exaltado y se hace digno de recibir al Señor en su casa. Por su fe es justificado y hecho descendiente de Abraham (cf. Rm 4,16–17).

Como la semana pasada, Jesús usa a un publicano para mostrarnos la fe y la humildad que necesitamos para obtener la salvación.

También nosotros estamos llamados a buscar a Jesús cada día con corazones arrepentidos. Y deberíamos hacer nuestra la oración de San Pablo en la epístola de hoy, para que Dios nos considere dignos de su llamado y con nuestras vidas glorifiquemos el nombre de Jesús.