Apocalipsis 11,19; 12,1-6. 10
Salmo 44, 10bc. 11. 12ab. 16
1 Corintios 15, 20-27
Lucas 1, 39-56
En esta solemnidad, alabamos a Dios que tomó a la Virgen María, sin pecado, en cuerpo y alma a su gloria.
En la primera lectura del Apocalipsis, vemos abierto el Templo de Dios y la revelación del Arca de la Alianza. El Arca, el artículo más sagrado en la historia de Israel, había desaparecido después de la destrucción del Templo en ac 586. Es por eso que Juan tiene noticas sorprendentes que reportar. Lo más sorprendente es la revelación que este sagrado artefacto es ahora una mujer, la madre del rey hijo de David, el Mesías.
De esta mujer pues entonamos a Dios la canción de los israelitas: “De pie, a tu derecha, está la reina,
enjoyada con oro de Ofir.” En la corte del Rey Salomón, nos damos una idea de este arreglo tradicional de Israel: la madre de Salomón, Betsabé toma su lugar a la derecha del rey (véase 1 Reyes 2,19).
En la Asunción de María, como lo vemos en el Apocalipsis, la reina de nuevo toma su lugar a la derecha del Hijo de David.
La segunda lectura nos demuestra por qué esto es lo apropiado: “así en Cristo todos volverán a la vida, pero cada uno en su orden.” Lo que Pablo declara implícitamente se revela en el Apocalipsis. La consumación de la obra de Cristo ha comenzado, como es debido, con la Asunción de la madre reina.
El Apocalipsis de Juan de igual manera demuestra el cumplimiento del evangelio de hoy. Es ahí que María, llevando a Jesús en su vientre, sigue los pasos que David caminó al llevar el Arca de Jerusalén (véase 2 Samuel 6). María “se encaminó” a un pueblo en las montañas, al igual que David “se encaminó” en la misma región. Al llegar María, Isabel se sorprendió, al igual que David al estar en la presencia del Arca. Este encuentro hace que la criatura, Juan, salte de gozo, así como David saltó de gozo ante el Arca. Y María permaneció en la “casa de Zacarías” unos “tres meses,” como el Arca, que también permaneció en la “casa de Obed-Edom” por ese mismo periodo.
María es el vaso de la presencia de Dios y también la madre reina. Ella reina resplandeciente con Jesús en la Jerusalén celestial.