Al Partir El Pan
Este domingo
La Voz del Pastor: Scott Hahn reflexiona sobre el 4º Domingo de Pascua
En el evangelio de hoy, Jesús dice que Él es el Buen Pastor que los profetas habían prometido a Israel.
Él es el Pastor-Príncipe, el Nuevo David, que libera a la gente de la esclavitud del pecado y la congrega a un solo rebaño, la Iglesia, mediante una nueva alianza hecha con su Sangre (Cfr. Ez 34,10-13, 23-31).
Velen por su llegada: Scott Hahn refleja sobre el 1er domingo de Adviento
El nuevo año de la Iglesia comienza con una petición de la visita de Dios: “¡Oh, si rasgases los cielos y bajases!”, clama el profeta Isaías en la primera lectura del domingo.
También en el salmo de hoy escuchamos la voz angustiada de Israel, que le implora a Dios mirar abajo desde su trono celestial, para salvar y pastorear a su pueblo.
Las lecturas de esta semana son relativamente breves. Su lenguaje y “mensaje” son aparentemente sencillos. Pero debemos advertir el tono grave y el aspecto penitencial de la Liturgia de hoy, en la que el pueblo de Israel reconoce su pecaminosidad, su fracaso en guardar la alianza de Dios, su incapacidad para salvarse a sí mismo.
Cuando llegue el final: Scott Hahn reflexiona sobre la Fiesta de Cristo Rey
Esta semana termina el año litúrgico con una visión del final de los tiempos. La escena descrita por el Evangelio es cruda y en ella resuenan ecos del Antiguo Testamento.
El Hijo del Hombre es entronizado sobre todas las naciones y pueblos de toda lengua (cf. Dn 7,13-14). Las naciones han sido reunidas para ver su gloria y recibir su juicio (cf. Is 66,18; So 3,8). El Rey es el pastor divino que Ezequiel prevé en la primera lectura del domingo; Él juzga así como el pastor separa las ovejas de las cabras.
Cada uno de nosotros será juzgado según cómo realice las sencillas obras de misericordia que escuchamos en el Evangelio.
Saldar cuentas: Scott Hahn reflexiona sobre el 33º Domingo de Tiempo Ordinario
El día del Señor viene, advierte San Pablo en la epístola del domingo. Lo que importa no es el tiempo o el momento, sino lo que Dios nos encuentre haciendo con la nueva vida y las gracias que Él nos ha dado.
Esto mismo se encuentra en el corazón de la parábola que Cristo narra en el Evangelio de esta semana. Jesús es el Señor. Al morir, resucitar y ascender al cielo, aparentemente se ha ido por largo tiempo.
Miembros de la Boda: Scott Hahn reflexiona sobre el 32º Domingo de Tiempo Ordinario
Según las costumbres matrimoniales de la época de Jesús, la novia primero se “desposaba” con su esposo pero seguía viviendo con su familia por un tiempo. Al llegar la hora meses después, el novio venía por ella, y los acompañaba la familia de la novia y el cortejo nupcial (o padrinos) al banquete de bodas celebrando e inaugurando su nueva vida juntos.
Esta explicación sirve de fondo para la parábola del juicio final que vemos en el evangelio de hoy.
En el simbolismo de la parábola, Jesús es el Novio (véase Marcos 2,19). Es aquí donde cumple la promesa antigua de Dios de unirse para siempre a su pueblo escogido, así como un esposo se une a su mujer (véase Oseas 2,16–20). Las vírgenes y cortejo nupcial representan a todos nosotros, los miembros de la Iglesia.
Llamando a los padres: Scott Hahn reflexiona sobre el 31er Domingo de Tiempo Ordinario
Aun siendo los sucesores de Moisés, los fariseos y los escribas se ensalzaban, haciendo de su conocimiento de la ley un escudo de privilegio social. Lo peor de todo es que dominaban al pueblo con la ley (véase Mateo 20,35). Como los sacerdotes a los que Malaquías condena en la primera lectura, estos hacen que muchos caigan y se alejen de Dios.
En otras palabras, los líderes de Israel fracasan como padres espirituales del pueblo de Dios. Moisés en cambio, es la figura de un padre humilde, que no sólo predica la ley pero también la practica – intercediendo y rogándole a Dios su misericordia y perdón para el pueblo (véase Éxodo 32,9-14; Salmo 90).
Los santos de aquí y los de allá: Scott Hahn reflexiona sobre la solemnidad de todos los santos.
La solemnidad de hoy es el tema de la primera lectura. En el Libro del Apocalipsis, San Juan relata una visión de “una muchedumbre tan grande que nadie podía contarla…de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas”.
Esto es buena nueva. La salvación ha llegado no solo para Israel, sino también para los pueblos. He aquí el cumplimiento de la promesa de Dios a Abrahán, que por su semilla todas las naciones serán bendecidas (ver Génesis 22,18).
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